Acompañar al indeciso: el corazón tiene razones que la razón no entiende

Muchas personas tienen enormes dificultades para tomar decisiones, la fase final de la resolución de problemas. ¿Por qué? Aparte de la procrastinación (acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables), hay otras causas. Puedes encontrarte con alumnos en parte o en todo similares a este perfil:
- Piensan que debe existir alguna solución que se les escapa y esperan a ver si la encuentran. A menudo, esto se asocia a un mal manejo de la culpa. Los pensamientos más recurrentes son: ¿Lo he intentado todo? ¿Lo he hecho suficientemente bien? No existe ni lo uno ni lo otro. En espera constante de la perfección se escapa el tiempo y la vida entre las manos.
- Desarrollan el pensamiento mágico de que algo inesperado ocurrirá que lo cambiará todo. En realidad, es la espera de que algo o alguien va a llegar. En definitiva, desean no ponerse nunca en la tesitura de elegir, de renunciar, de resolver.
- Esperan que alguien, un tercero, lo haga por él: un profesional, un familiar o alguien influyente. Es el deseo del “recetario” para la toma de decisiones porque les exime de responsabilidad y les libera de tensión.
- Creen que tiene que existir alguna solución que no tenga coste, lo cual es imposible. Cuando se habla de coste, el concepto es muy amplio: coste material, emocional, temporal, de esfuerzo, de beneficio, de oportunidad…
- Suelen tener la creencia de que no deciden, pero no es cierto: están optando por el extremo de inmovilidad, que es una decisión como cualquier otra. Optar por una alternativa es tomar una decisión y no decidir nada, también es una decisión. El inmovilismo es una decisión, inactiva, pero una decisión que no lleva a ninguna parte.
Muchos de nuestros alumnos se pueden encontrar en alguno de esos supuestos, en varios o en todos. Debes apelar a la proactividad, al movimiento y, sobre todo, al dejarse llevar por la intuición.
El uso de la intuición suele silenciarse porque resulta irracional. Sin embargo, es importante escuchar esa voz que mezcla razón y corazón y que nos habla de lo que nos mueve en lo más profundo, de nuestras pasiones, de lo que sin saber por qué ni cómo atisbamos que será el camino adecuado. La intuición hoy está muy poco trabajada. Encima hemos puesto valores o actitudes mucho más en alza: la productividad, la utilidad o las ganancias.
Estimular al alumno para que piense qué le va a hacer sentir más cómodo, realizado o entusiasmado no es un tema baladí porque la vida profesional va a ocupar gran parte de su existencia. Explícale que merece la pena. Que invierta su tiempo en algo que le haga mínimamente feliz y satisfecho.
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