• Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible

Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible

Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible

En nuestra cabeza, dentro de ella, pensado e ideado, todo parece fácil, llano y asequible. Luego la realidad es más compleja, abrupta y desigual. Esto nos sucede, en general y a la hora de plantearnos un cambio en nuestra vida, sea éste pequeño o de cierta envergadura.  

Dicen que las personas solo cambiamos cuando encontramos algo mejor, cuando ya hemos aprendido lo necesario o cuando ya hemos sufrido lo suficiente. 

Desgranemos esto del cambio, en los cuándos, en los cómos y en los dóndes. Una persona solo cambia en determinados momentos de su vida. 

  • Ante el fracaso. Cuando estamos tan heridos que debemos cambiar. Cuando ya has sufrido o perdido lo suficiente. Por ejemplo, perder a alguien querido y cercano nos hace replantearnos la perdida, y también la vida. 
  • Por azar, lo que supone encontrarse oportunidades. Cuando hemos visto tanto que nos inspira a cambiar. Viajar, mantener la mente abierta, ser flexibles, actitud de apertura al cambio… todo esto hace que seamos capaces de ver otras posibilidades, otras alternativas, otras formas de ser, de estar y de vivir. 
  • Por poseer talento. Y este nos puede venir dado, pero, sobre todo, nos viene porque hemos trabajado sobre nuestras fortalezas. Tener talento supone aprender lo necesario, desarrollar competencias y especializarse. Cuando aprendemos, mucho y diverso, queremos cambiar. Crecer y tener ánimo para crecer son grandes impulsores del cambio. Se puede crecer personalmente, profesionalmente, emocionalmente, socialmente… 
  • Cuando hay apoyos. Cuando recibimos tanto, que podemos cambiar. Cuando nosotros no podemos solos, otros, los más cercanos y queridos, pueden por nosotros. 

Una persona solo cambia por algunos motivos concretos: por una experiencia de amor extrema, por una experiencia de dolor extrema, cuando hay una estructura de personalidad con una fuerza de voluntad extrema. Qué difícil parece, ¿no? Desde luego no tan fácil como lo idea nuestra cabeza, pero tampoco tan difícil como se plantea. Es cuestión de método y de poner el foco en micro cambios que nos ayuden a avanzar y que hagan digerible y abordable la tarea completa. El poder, en definitiva, de los pequeños hábitos. 

Todo cambio está conformado por cinco elementos 

  1. Motivación. Querer el cambio, querer cambiar y estar dispuesto a acometerlo con la voluntad y energía que requiere. 
  2. Poder cambiar. Para ello es fundamental la información, los recursos y la preparación. 
  3. Actuar hacia el cambio. Probar, experimentar, errar, volverlo a intentar… 
  4. Organizar y gestionar el cambio. Tener un método y una organización para abordar esta tarea de cambio. 
  5. Y, muy importante, llegado el caso: Aceptar que no puedes o que no quieres cambiar. 

Para profundizar en este tema, te recomiendo el libro de “Hábitos atómicos” de James Clear. 

Qué duda cabe, que entender la anatomía del cambio nos ayudará a orientar y a acompañar a los jóvenes en los cambios que quieran acometer e implementar en su vida. ¡Manos a la obra! Y, recuerda, paso a paso, que tu surco sea más largo que ancho. 

 

Dori Díaz Montejo 

Psicóloga Educativa 

 

 

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