Ego y amor en el cerebro del adolescente

Ego y amor no ocupan el mismo espacio en el cerebro adolescente. No lo ocupan ni por necesidad ni por utilidad.
El ego es grande, inmenso, en estas edades. El amor que supone dejar un espacio para el otro y para la relación que se genera con él, es más pequeño y reducido. Y, ¿cómo puede ser esto así cuando parece que la adolescencia es la etapa del descubrimiento del amor y del enamoramiento por antonomasia? Pues es así porque el adolescente se está formando, se está buscando, se está identificando y necesita dedicar tiempo a esto. Y el amor entra dentro de ese «yo” que se descubre y se gusta (o no) y que quiere probar y experimentar. Entonces, ¿los adolescentes son fríos y faltos de emoción? No, todo lo contrario, pero hablamos de qué ocupa más o menos espacio y de qué domina más o menos la vida que transitan.
La adolescencia es un período de mucha importancia para el desarrollo del cerebro, es la etapa de perfeccionamiento del funcionamiento del mismo. La corteza prefrontal, que nos ayuda a planificar, decidir, priorizar… es la que más tarde madura. ¡Pobres! De ahí su impulsividad, su aparente falta de raciocinio ante algunas situaciones…
Sin embargo, el desarrollo del cerebro tiene mucho que ver con las experiencias sociales en la adolescencia. Volvemos al tema del amor. El amor a los demás y el amor a uno mismo. Bien mirado, no vendría mal que, durante esta etapa, el adolescente invierta en conocerse, amarse y superarse. Se evitaría muchos problemas en la vida adulta. Lo que sucede es que no siempre se enfoca bien este tema.
La mente de un adolescente está sobradamente preparada para aprender y para adaptarse. Como en cualquier etapa de la vida, sólo necesita para ello retos estimulantes, emoción y motivación. También su cerebro es capaz de responder al estrés de forma muy especial y particular. Esto hace que pueda ser una etapa con propensión a enfermedades mentales relacionadas con el estrés, la ansiedad y la depresión. Este tipo de dolencias también tienen mucho que ver con poner el foco en el ego y no el otro, con mirar hacia adentro y no hacia afuera, con empezar y terminar en uno mismo y no proyectarse hacia los demás y hacia el futuro.
La buena noticia es que la mayoría de los adolescentes llegan a ser adultos sanos y equilibrados. Pero visto lo visto, hay que estar alerta, junto a ellos y ser faro en su camino y desarrollo.
Dori Díaz Montejo
Psicóloga educativa
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