La historia de las ranas en nata

Jorge Bucay, médico especialista en enfermedades mentales y escritor de varios libros referentes en el mundo de la autoayuda y la educación, nos regala este relato incluido en su libro “Déjame que te cuente” (2012):
“Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: ‘No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir no veo porqué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril’. Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizá más tozuda, se dijo: ‘Uf… ¡No hay manera! Nada se puede hacer por avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora’. Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.
Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.”
Una vez que hemos arrancado el curso, en las aulas nos empezamos a encontrar con alumnos que responden, o intuimos que van a responder a lo largo del curso, como cualquiera de las dos ranas. Como le ocurre a la primera, a algunos se les empieza a hacer grande el curso y corren el riesgo de dejarse caer: porque tienen muchas materias pendientes, porque las optativas que han elegido no se les dan bien, porque tienen otro tipo de problemas personales que no les dejan centrarse en la tarea… Es con estos sobre los que hay que posar una mirada de ayuda y reforzarles para que no se dejen hundir. Para eso, debemos trabajar tres aspectos fundamentales con ellos:
- La constancia. La perseverancia, la voluntad de trabajar hábitos de estudio y trabajo diarios, teniendo claro que “la fuerza de una gota puede perforar una piedra, no por su fuerza, sino por su constancia”.
- La proactividad. O la capacidad de ponerse a trabajar para conseguir superar un obstáculo. Tomar el control de la situación de forma activa y predictiva. Decidir qué hacer en vez de esperar a ver qué pasa.
- Evitar la procrastinación. Es decir, acometer las cosas cuando vengan, intentando llevar el trabajo al día y sin dejar de enfrentar ciertas cosas porque nos cuesten. O como dice el refrán: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Blanca Nieto Rico.
Orientadora escolar.
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