• La mirada del educador y su influencia sobre el alumno

La mirada del educador y su influencia sobre el alumno

La mirada del educador y su influencia sobre el alumno

Es recurrente escuchar en los claustros reflexiones del tipo: “Este curso vienen con menos nivel del que esperaba” o “pensé que no iban a conocer ciertos contenidos y este grupo está muy por encima de lo que esperaba”. Ajustar nuestras miradas a la realidad de nuestros alumnos, lo que esperamos de ellos con lo que ellos hoy nos pueden dar, es fundamental. Es la clave para poder llegar a ellos y que puedan hacer un aprendizaje realmente significativo y con éxito.

Ya en 1965 Robert Rosenthal habló del denominado “Efecto Pigmalión” y contrastó que las expectativas y creencias que posee una persona sobre otra (sean estas altas o bajas) influyen directamente en el rendimiento y los resultados que obtiene.  De ahí la importancia de enfocar nuestra mirada para ver qué pueden conseguir cada uno de nuestros alumnos en nuestras asignaturas.

Si al llegar a clase, miramos a ciertos alumnos/grupos con una mirada derrotista y dando por hecho que será muy difícil que lleguen donde espero, lo más seguro es que no alcancen los objetivos planteados para ellos. Sin embargo, cuando ajusto mis expectativas a la realidad y creo en ellos, hay más probabilidades de que el alumno alcance el éxito. Porque la experiencia de creer en alguien es lo que más puede transformarle.

En nuestra labor como orientadores muchas veces nos encontramos con alumnos que han tenido experiencias de fracaso en una asignatura, hasta tal punto que se convencen de que no valen para ello, que no van a ser capaces de superarla. Estos mismos alumnos, cuando se han encontrado con un educador que ha visto su realidad y ha creído en ellos, han aumentado la confianza en sí mismos y en su capacidad de superar la asignatura. De hecho, en algunos casos, no sólo la han superado, sino que han obtenido éxito en ellas.

Así pues, cuando entramos en nuestras clases deberíamos cambiar nuestra mirada; no sólo la visual, sino cómo todo nuestro cuerpo mira a nuestros alumnos, a los que saben y a los que no, a los que dominan la asignatura y a los que se le atraganta….

Deberíamos posar en ellos una mirada que transforma al otro, una mirada que inspira su vida, que transmite confianza, fe y esperanza. Miradas realistas centradas en lo que cada uno es y no en lo que nosotros esperamos que sean o creemos que deberían ser.

Porque no olvidemos que somos personas de referencia para ellos y, en función de cómo nosotros los miremos, así se mirarán ellos a sí mismos en nuestras clases. Tener la experiencia de que el educador cree en ti y en tus posibilidades es el mejor regalo que podemos dar a nuestros alumnos.

Ahora que empieza el curso, plantéate antes de entrar en clase:

“¿Que veo cuando miro a mis alumnos? ¿Lo que son?, ¿o lo que yo esperaría que fueran?”.

Si mi mirada se ajusta a la realidad, la experiencia de éxito para ambos será mucho mayor.

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