La planta que se pegó a un mueble, o cómo la presencia en educación es insustituible

Siempre he tenido buena mano para las plantas, pero nunca han estado tan frondosas como en esta época. Y yo me preguntaba: ¿qué ha pasado de diferente?, ¿qué he hecho distinto para que este vergel esté así?
Llegué a la conclusión de que el aire fresco y ventilado, y la luz, a los que se exponían muchas más horas al día, habían obrado el milagro. Una de estas plantas creció y se expandió hasta pegarse literalmente, cual lapa, a un mueble de madera que hay cerca. Ella no sabe que esa madera es artificial y barnizada, y como no lo sabe, buscó un hermano de naturaleza parecida a la suya, al que adherirse, como para nutrirse mutuamente, como para hacer el camino de la vida juntos.
Y todo esto, ¿a qué viene? Todo este proceso que observé, durante el confinamiento, me sugiere similitudes con el proceso educativo. Por ejemplo:
- La planta no sabe que la madera del mueble es artificial, por eso se une a él, conecta. Nuestros alumnos sí saben, sí sienten, cuando hay algo artificial, cuando no se está, piel con piel. Los adolescentes necesitan adherirse a figuras reales, táctiles. De ellas absorben valores, conductas y actitudes para luego formar su propia selección de ellos. Necesitan conectar y conectar cerca. Sentir el aliento y la mirada, y el empuje y la voz, y el susurro y el guiño…
- Los contenidos curriculares, rara vez, necesitan de personas o de presencia física para ser transmitidos. Todo está en internet, todo está en la red, espacio que se asemeja a una gran biblioteca con millones de ejemplares de todo tipo. Lo que sí necesita personas y presencias es la educación en criterios y en sensibilidades para elegir qué libros leo y uso, y cuáles deshecho de esa gran librería.
- No olvidemos que la mente es como un jardín y dependiendo de las semillas que eches, así serán las floren que broten.
- En educación, la adhesión, la conexión, la alimentación y la retroalimentación es diversa y es mutua. Educadores y educandos se nutren mutuamente, a pesar de su diferencia de edad, de sus peculiaridades personales, de sus creencias, de su género… Cada uno coge lo que necesita del otro y cada uno se lleva, sin darse cuenta, lo que queda impregnado del otro.
- La presencia habla de cosas como la socialización, la convivencia, el intercambio de ideas, la amistad, el amor, la reflexión compartida, el acompañamiento personal y grupal, la educación emocional, la pertenencia al grupo, la complicidad… y tantas y tantas cosas fundamentales para el crecimiento de las personas.
Total, que a mis plantas les entró aire fresco y luz y eso las hizo florecer, pero no contentas con florecer quisieron buscar contacto, relación, conexión… y la buscaron y la encontraron, y florecieron aún más.
¿Qué es la educación? Eso mismo. La luz, el agua y el fresco son los mínimos necesarios, pero lo que se fragua y se gesta en una comunidad educativa va mucho más allá de mínimos. Y es que, con mínimos, las personas crecemos (a lo ancho, a lo largo y a lo alto), pero con máximos nos desarrollamos (hacia adentro y hacia afuera).
Don Miguel de Unamuno decía:
“En vez de decir ¡adelante! o ¡arriba!, di ¡adentro! Reconcéntrate para irradiar, deja llenarte para que reboses luego, conservando el manantial. Recógete a ti mismo para mejor darte a los demás todo entero e indiviso. ‘Doy cuanto tengo’, dice el generoso. ‘Doy cuanto soy’, dice el héroe. ‘Me doy a mí mismo’, dice el santo; y di tú con él, y al darte: ‘Doy conmigo el universo entero’. Para ello tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti. ¡Adentro!”.
Pues eso, adentro y afuera, al yo y al nosotros, es a eso a lo que nos lleva la educación en las distancias cortas. Nunca nada podrá sustituir esto. ¿Quién se atreve a medir los resultados y a elaborar estadísticas?
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