«Narciredes»: realidad y ficción en redes sociales

¿Cuánto tiempo pasas frente a las pantallas? ¿Cuánto tiempo dedicas a las redes sociales? Estas preguntas o similares se las hacemos, con frecuencia, a los adolescentes que nos cuentan cómo gastan, pierden o invierten su tiempo en esta ventana al mundo.
Reconocen y reconocemos, también los adultos, lo adictivo de las mismas. Están diseñadas de tal modo que alimentan al cerebro con lo que éste más ansia y desea: luz, sonido y movimiento. Si a eso le unimos el diseño del algoritmo que hace que, de forma aleatoria, aparezca contenido del que nos gusta y nos refuerza con ello, entonces, la tentación está servida.
Nuestros adolescentes de hoy, impulsivos, muy visuales, con dificultades para la toma de decisiones consciente, que han crecido pegados a las pantallas y, en ocasiones, vacíos de sí mismos, buscan en las redes, en lo virtual, lo que no encuentran en la vida real.
Son auténticos voyeristas de la vida expuesta de los demás, una vida muchas veces también inventada o montada (llena de filtros, de puesta en escena…) para que sea atractiva y llamativa. Anhelan, por tanto, personas y situaciones que tampoco son reales. Se reflejan, a la vez, en las redes como en un espejo que les devuelve su peor o mejor versión, dependiendo de con quien se comparen. Esto es demoledor para muchos.
¿Todos los adolescentes son y funcionan así? No, como siempre, no todos, pero el consumo de contenido en redes es alto e intenso entre todos ellos, aunque no siempre con las mismas consecuencias para cada uno.
Suena a una demonización de las redes sociales. Nada más lejos. Permiten muchas cosas y aportan y enriquecen, pero, como todo, con mesura y criterio. Dos asignaturas pendientes en las que educar.
La red social original, la del tú a tú, la de la presencia, de la cercanía, del mirarse a los ojos, del tacto, del pasar el rato hablando de todo o de nada, se está perdiendo. Todo parece más fácil detrás de una pantalla, aunque no siempre es así. Para esta red natural y real sí estamos diseñados los seres humanos, seres sociales por naturaleza. Y frente a la red social natural está la red social virtual, que no virtuosa.
El mito de Narciso nos cuenta que: Némesis se enfadó y decidió engañar a Narciso y vengarse. Hizo que Narciso que acercara a un arroyo y viera allí su hermoso rostro reflejado en el agua y siendo así, Narciso no pudo dejar de mirarse a sí mismo y se enamoró de su propio reflejo. Sin poder resistir a su propia belleza, finalmente se tiró al agua y murió.
Hemos pasado del Narciso mitológico, este:
Al Narciso moderno, este:
Y, ¿qué hacer con todo esto? Parece difícil cambiar esta tendencia, sobre todo, en lo referido a sus aspectos más negativos para las personas.
Debemos trabajar la consciencia, el contacto con el momento presente, las capacidades de asombro y disfrute, el silencio, el uso y manejo del propio tiempo… Trabajar todo esto, que no es curricular, que no cuenta para nota, pero que es fundamental para la vida, para la buena vida. No nos vaya a pasar como a Narciso que con Instagram o sin él, cayó al río.
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